Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

martes, 8 de diciembre de 2015

La Navidad me estresa

Sí, he de confesarlo: La Navidad me estresa.


Recuerdo que cuando era más joven, cuando no tenía responsabilidades ni personas dependientes de mí, disfrutaba intensamente esta época del año. Los adornos luminosos de las calles, los árboles gigantes, los villancicos de Mariah Carey, el muérdago estratégicamente colocado en los bares, los brindis con cava, la lista de regalos, el espumillón, la ruta por los belenes, los pajes reales en los centros comerciales, el soniquete de los niños de San Ildefonso, incluso la cena de empresa… todo me daba mucha vidilla. Ahora en cambio no puedo evitar sentirme estresada. 

Para empezar, me agobia la decoración navideña de la casa. Me resulta muy difícil calibrar el punto justo para no quedarte corto ni caer en el exceso. Mis vecinos llevan ya un mes con un reno a la puerta de su piso. Yo, si pudiera, no colgaría las bolas en el árbol hasta la víspera de Nochebuena. Pero la presión infantil es terrible, así que hay que ponerse manos a la obra en este puente de la Constitución, un trabajo que nunca está exento de comentarios del tipo “A ver cuándo cambiamos el abeto artificial, que ya está muy viejo” o “¿Por qué no tiramos todos estos adornos que están pasados de moda y compramos algo nuevo?” o “Pongamos más luces, porfi”. Llevo años negándome a invertir un solo céntimo en renovar nuestro ambiente navideño y a estas alturas me niego a claudicar.

Ir de tiendas es otro martirio que comienza con un atasco de entrada a la zona de comercios, continúa con una procesión de clientes para acceder a cada establecimiento y se completa con una enorme cola para pagar en caja. Y ahí no termina la cosa porque, probablemente, Santa o Melchor habrán equivocado la talla, color, modelo o gadjet, así que habrá que repetir el proceso de nuevo cuando llegue enero. Gastaremos y gastaremos en regalos, comida y antojos -aunque no le convenga a nuestra cuenta corriente-, porque en estas fechas algo en el ambiente te hace perder la voluntad.

También entrar en un bar a tomar tranquilamente un aperitivo se convierte en tarea imposible porque durante este mes la exaltación de la amistad se abre paso y a la gente le posee un sorprendente espíritu de hermandad, de manera que no vale con asistir solo a una cena con los compañeros de trabajo y punto, no, es obligado tomar también copa con los padres de la clase de cada uno de tus hijos. Otro día, caña con las amigas del gimnasio. Al siguiente, encuentro con los antiguos alumnos de tu instituto o con los ex compañeros de tu anterior trabajo a quienes no ves nunca. Después merienda con los vecinos. Y así hasta coleccionar citas y completar una agenda que deja el bolsillo tiritando. Porque, cómo no, en cada uno de estos encuentros se ha puesto de moda hacer lo del amigo invisible y por muy baratito que trates de establecer el presupuesto para las sorpresas, quieras o no, te pasas.

He dejado para el final ese entrañable momento de las comidas y cenas familiares, esos tradicionales encuentros que todo el mundo detesta y relata como si fueran la mayor de las torturas, no solo por verse obligado a coincidir con el cuñado insoportable o aguantar a la suegra inoportuna, sino por beber y comer como si lo fueran a prohibir. Resultado: conflicto con la báscula y noches de ardor de estómago. A mí más que el encuentro familiar en sí me agobia la elección del menú. Quienes no vivimos un idilio con la cocina tenderíamos a recurrir a los platos preparados, un capón de Cascajares o un par de recetas por encargo en tiendas del barrio nos evitarían quebraderos de cabeza, pero claro, el presupuesto se dispara. ¡Ah! Y no olvidemos cuando empiezan a sonar los mensajes de whatsapp en todos los móviles de la mesa con las típicas felicitaciones. La memoria del teléfono se satura con chistes, bromas, canciones y horteradas, en una competición por ver quién es el más original y el más rápido. Como no queda más remedio que pasar por el aro, que al menos la chorrada no nos quite mucho tiempo

¿Que si no voy a ser capaz de encontrarle nada bueno a la Navidad? Mmmmm.... ¡Pues claro! Las películas de Navidad.


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