Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 24 de marzo de 2016

Ni siquiera por mi osito

Contaba el chef Joan Roca en una entrevista en el diario El Mundo que una vez sirvieron su menú de 190 euros a un oso de peluche. Una pareja de japoneses reservó mesa para tres en El Celler de Can Roca y se presentó a comer con su inmóvil mascota. Me imagino lo absurdo de la estampa  e intento adivinar qué podría pasar por la cabeza de los camareros que servían al peluche los platos de alta cocina y los retiraban un rato después sin que nadie los hubiera tocado. Y lo peor, a dónde iría a parar toda esa delicatessen.

Eso me lleva a preguntarme cuáles pueden ser las razones de cualquiera para hacer algo tan idiota. Qué mueve a una persona, tenga mejor o peor posición económica, a tirar el dinero de manera tan obscena. Desconozco realmente las motivaciones de esa pareja. Quizá con ese gesto rendían homenaje a un ser querido o cumplían una promesa. Pero, ya puestos, podían haber invitado a su mesa a alguien con ganas de comer, no a un ser inanimado y evidentemente sin apetito.

Hace poco leía un reportaje sobre el fundador de Ikea, Ingvar Kampraddonde se destacaba como gran excentricidad su costumbre de comprar comida a punto de caducar y vestirse con ropa de segunda mano. Pensé “va a ser verdad eso que dicen de que los mayores tacaños son los millonarios”. Pero este nonagenario justificaba su conducta escudándose en su compromiso con la sostenibilidad.

De vez en cuando juego a soñar despierta con la idea más que remota de que me toque un día la Primitiva o el Euromillones. Y la verdad es que, salvo mudarme a una casa más grande y dejar de buscar trabajo para vivir, no variaría demasiado mis hábitos. Sí, quizá trataría de viajar con mayor frecuencia, iría más al teatro, me daría algún capricho puntual y chin pun. Puede que colaborara con alguna causa benéfica o que invirtiera en algún proyecto personal que viera muy claro, pero me imagino más vistiendo de mercadillo que pagando un menú extra en un restaurante prestigioso para devolverlo a la cocina. Ni siquiera por mi osito...


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