Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 15 de septiembre de 2016

No hay lugar más deprimente que una oficina del antiguo INEM

No hay lugar más deprimente que una oficina del antiguo INEM. Bueno, probablemente existan otros sitios que provoquen bajón y no los conozco, pero este lugar en concreto ocupa un puesto destacado en el ranking. Esta mañana he vuelto a visitar la que me toca y me he reafirmado en esta misma opinión. 

Nueve y cuarto de la mañana y el vestíbulo ya de bote en bote. La oficina que me corresponde es la de Majadahonda. Está dividida en dos partes y tiene una mínima sala de espera –por llamarla de alguna manera-, lo que obliga a la gente a apiñarse bajo uno de los dos marcadores que van indicando el turno de cita, si es que no encuentran silla libre, o quedarse en la calle haciendo tiempo en las escaleras de acceso. 

A la derecha está el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), donde se tramitan prestaciones, ayudas, subsidios, altas y bajas, etc… gestiones muchas de ellas que podrían hacerse por internet, pero por desconocimiento o por desconfianza, las gente prefiere realizar personalmente con cita previa. A la izquierda está la Oficina de Empleo de la Comunidad de Madrid, donde se tiene que apuntar uno cuando se queda en paro, para que conste que está buscando activamente un trabajo, y donde hay que presentarse cada tres meses para renovar la demanda de empleo, otro trámite este el de la renovación que se puede hacer por internet para evitarte el paseo y contribuir a no colapsar las instalaciones. Sin embargo todavía los hay que se dan el gustazo de llevar en mano el papel para que se lo sellen. 

Digamos que las políticas activas de empleo están transferidas a las comunidades autónomas, que tienen que costear cursos, formación y procesos de selección de personal, mientras que el pago de la prestación contributiva, la nómina a la que tenemos derecho durante un tiempo los que hemos cotizado como mínimo 12 meses en los 6 años anteriores a quedarnos en paro, sale del bolsillo de papá Estado. 

Es frecuente ver llegar a esta oficina a gente perdida, que instintivamente coge turno de una máquina pensando que le sirve para el SEPE cuando en realidad solo ordena el acceso a la Oficina de Empleo. Porque a pesar de que hay numerosos carteles y letreros indicando la obligatoriedad de pedir cita previa para iniciar los trámites que te permitan cobrar el paro, hay veces que el exceso de mensajes provoca el efecto contrario, es decir, interferencias. Así que muchas personas llegan, toman un turno erróneo, esperan un rato y, cuando se dan cuenta de que algo no funciona, le preguntan a un empleado de seguridad que es la única persona visible del edificio, no desempleada, a la que se le puede preguntar algo. Porque es así de triste, no existe ningún mostrador de información atendido por ningún empleado público que pueda resolver todas las dudas que le surgen a quien -aún afectado por haberse quedado sin trabajo- llega allí por primera vez. Así que al final es el agente de seguridad privada el que se siente el amo del calabozo y pone orden… cuando puede. Hoy, por ejemplo, he sido testigo de un leve amago de motín cuando varias personas han intentado modificar su cita previa, a través de los ordenadores instalados en la zona de público, y el sistema no se lo ha permitido. La escena ha sido pintoresca: el encargado de seguridad ha agarrado el ratón dispuesto a mostrarles cómo hacer el sencillo trámite telemático y al final lo ha dejado por imposible al ver que la cosa se le resistía, mientras algunos usuarios protestaban por el desastre del funcionamiento de la web oficial del SEPE. 

Lo voy a dejar aquí y no voy a profundizar en la segunda parte, lo que uno se encuentra cuando traspasa alguna de las dos puertas que comunican con la sección regional o con la nacional, donde los funcionarios, sentados tras mesas alineadas, esperan pacientes a que vayamos pasando los pobres desgraciados -un 20% de la población activa- que atravesamos este trance casi tan deprimente como la propia oficina del antiguo INEM.

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